jueves, 13 de agosto de 2009

Ritual: El Antro / El Bar (parte dos)

Una vez que Don Chocho, a fuerza de arrastrar y prometer copitas de jerez y cigarritos a los miembros de la oficina de Investigación de Cronopio Región Cuatro (quienes ya habían empezado a contar globos verdes flotando a su alrededor), el equipo entero se retiró a dormir, reposando la bebida y la mente para prepararse para el día siguiente y con ello, la parte restante de su investigación de campo: El bar.

Cerca de la caída del sol, Don Chocho se reunió con nuestro equipo en la plaza de la ciudad desde donde habrían de desplazarse ahora al reconocido establecimiento, haciendo una fila india digna de conquistadores españoles o contribuyentes en el último día; el primer golpe al llegar al lugar fue el aroma; la presencia de la cerveza y el gentío, llenan el lugar de una vivacidad a la que muchos recurren para hacerse más sociales, más conocidos o al menos más existentes, en el caso de nuestro equipo, para quedarse con la boca abierta y los ojos abiertos de par en par ante la puerta y nuestro guía empujándonos dentro con un “Vamos, vamos, la hora feliz no dura todo el día”.

Mientras nos movíamos al ritmo de un raro baile de meneos siguiendo a Don Chocho, que terminamos luego por descubrir no era otra cosa sino el caminar entre los bancos dispuestos alrededor de pequeñas mesas, dimos con que la barra estaba más atestada que una oferta navideña y que algunos de los que ahí estaban, alzaban las manos saludándonos con amplias sonrisas, ojos aborregados y movimientos torpes, a voz en cuello con curiosos: “¡Compa, cuánto tiempo!” y el más curioso “Mi’ja, yo te conozco” que hizo que una de nuestras integrantes se encogiera de hombros e intentara saludar, de no ser por nuestro amable orientador, que llegó en el momento adecuado.

Luego de largos minutos de contemplación, esperando a que una mesita se desocupara, nos acomodamos cerca de una terraza y nos dispusimos a beber cerveza como los demás y fumar cigarros, como tenemos costumbre; de pronto nuestro equipo se percató de dos curiosos fenómenos que no había detectado un día antes en el antro: El primero fue el rumor de las pláticas, tan intenso que por momentos –si se pone mucha atención– se puede uno percatar de que no son las voces de los presentes, sino de alguien más, tal vez fantasmas que se han quedado para siempre a hacerle compañía a los vivos, o bien que subsisten del aroma a licor.

El segundo fenómeno fueron las pláticas, mientras en una esquina se discutía sobre el incremento en la taza de desempleo, la crisis mundial, la influenza desencadenada y el poco turismo, en la otra se hablaba de la película de moda, la visita de Angelina Jolie a Irak y el reciente sepelio de cierto “rey”; nosotros nos dedicamos a mirar, porque eso de intervenir no se nos da del todo, sobre todo nos divertimos de lo lindo, mirando los malabares que en algunos locales hacían los meseros, en otros, el amigo que se ofreció a ir por las bebidas. De vez en cuando nos salpicaban, refrescándonos y sacándonos una sonrisa.

Al poco, un grupo de jóvenes que festejaban el cumpleaños de uno de los suyos se nos unió en lo que nos pareció un ritual ameno, abrazos, brindis, y conteos rápidos para ver quién bebía más y mejor; cabe señalar que algunos de nuestros miembros terminaron más alegres de la cuenta, expresando su amor a los desconocidos que nos prometieron afecto eterno y fidelidad perpetua.

En el calor de la bebida y el ambiente, resultó que nos pasamos de las tres de la mañana ese día y que pocos prestaron atención a las conductas de cronopios, que ya hablaban solos, acariciaban conejitos y se debatían buscando muros libres; nuestros actos no llamaron mucho la atención en un medio donde todos empezaban a tener diversas manifestaciones de su yo interno, los que hicieron casi a nuestras actitudes, reaccionaron con gusto y hasta se nos sumaron en la búsqueda de un armario amplio, una pared al menos blanca y un cuadernillo para tomar apuntes.

Fue así como pasadas las cuatro de la mañana, Don Chocho hizo favor de recolectar al equipo entero, subirlo en un taxi y mandarlos a casa, no sin antes cobrar el resto de sus horarios, por supuesto; y es ahí, en casa del equipo, desde donde a la mañana siguiente, reunidos en la sala, con café a la mano, nos pusimos a escribir y el resultado fue el presente. Así la Oficina de Investigación del Cronopio Región Cuatro, ha llegado a una pequeña pero efectiva conclusión: Los antros y los bares, son muy parecidos a las Universidades.

Los pasillos aglomerados, las aulas ruidosas y las conversaciones en los jardines, no son otra cosa más que alusiones a lo que ocurre en estos sitios de esparcimiento, bien a bien, el preámbulo de lo que será el después de clases, la salida con los amigos para dejar lejos la escuela, aunque luego en el bar y el antro, es como si uno la llevara a cuestas; si ya hasta parecen lugares de estudio, más cuando vemos que no se habla de otra cosa entre las “bolitas” de jóvenes, más que del ámbito estudiantil: que si el profe fulanito dijo esto, que si la tarea de mañana, que si el examen del viernes, o que si el martes luego de la prueba nos venimos a festejar todos, eso es diversión académica.

Así la Oficina de Investigación da por terminada su misión y mientras nos miramos unos a otros planeando ya el próximo viaje de reconocimiento, dejamos campo libre al siguiente ritual en lista. Sin más por el momento, nos despedimos ahora que hay posibilidad.


Atte. P.L.C.R.C. (Personal Limitado del Cronopio Región Cuatro)

3 comentarios:

  1. Jejeje..excelente parte dos, atinada conclusiòn...y si se asemeja a antro y bares es porque tambien hay clases que agradan y otras que no tanto...

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  2. jajaja muy buena la investigacion realizada, se nota todos los sacrificios q el equipo cronopio tuvo a hacer para cumplir tan ardua mision jajaja

    En cuanto a la conclusion, total y completamente sin comentarios, la frase mas genial y cierta q he leido en mucho tiempo, perfecta para ser usada como proximo nick jajaja

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  3. ¿Se fijaron en la atracción entre individuos mientras estaban en el antro?
    El alcohol libera muchas barreras sociales y hace que los que normalmente se comportan con toda la decencia del universo, se conviertan en zorritas propias de un burlesque.
    Bueno, eso es lo que me dijo el amigo de un amigo...

    Raudel Silva.

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